jueves, 5 de mayo de 2011

Él, mi debilidad


No me apetecía pensar en nada. Llevaba muchos días dándole vueltas a lo mismo y aún no había tomado una decisión: ¿Debería volver a llamarle?

Los días pasaban y él seguía sin aparecer. La última vez que hablamos me dijo que todo iba bien y tenía a Mónica de mediadora, por si le llegaba algún mensaje. Siempre pasaba lo mismo y ya no sabía de qué me preocupaba. Iván era así, iba y venía sin darle explicaciones a nadie y no se daba cuenta de nada.

Nuestra relación era rara; con diferencia de edad y por la cual nadie apostaba. Él y yo sabíamos que nos queríamos y que eso era lo más importante.

De repente sonó el teléfono. En la pantalla salió la foto de Mónica.

-¡Tía! Me ha dicho que viene hoy. A las cinco en el parque.
-¡¿Qué?! Joder, vale, estaré allí- Le respondí alterada.
-Vale, vale, tú tranquila y ya me contarás ¿Vale?
-Vale, me voy a vestir ahora, luego te llamo. Adiós
-Adiós cielo- Y colgó.

Eran las 16:00. Tenía una hora para prepararme y no sabía ni qué decirle. Al final decidí coger unos vaqueros y la primera camiseta que había en el cajón. Me solté el pelo y salí disparada hacía allí.
Le encontré sentado en el primer banco, en el que escribíamos nuestros nombres. Me miró con cara de asombro mientras se levantaba para recibirme. Empecé a correr y le abracé con todas mis fuerzas rodeándole la cintura con mis piernas. En ese momento me susurró al oído.

-¡Te quiero, princesa!
¿Y sabes en esos momentos en los que te daría igual que se acabara el mundo si te pillara abrazada a él? Pues eso fue lo que me pasó.

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